giovedì 14 aprile 2011

El miedo al hipertexto

El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita aceptan cualquier número.
J.L. Borges



Acabo de tener mi última clase virtual de Cultura Digital.
Admito que al principio estaba muy escéptica sobre la modalidad en la cual se iba a estructurar la clase.
Lo que realmente me inquietaba era la idea de tener que organizar mi estudio según el hipertexto, este mar infinito de enlaces, links, ventanas, esta matrioska del saber que nunca acaba pero que siempre te hace seguir abriendo su interior.
Tenía la percepción de que un estudio basado en este nuevo soporte digital correspondiera a un estudio destructurado, confuso, como si me hubieran dejado frente a un laberinto complejo de saber sin orden ni gerarquización.
Empecé las clases añorando un libro de papel, con las páginas que se suseguían en orden linear, coherente.
Pero si de algo me ha servido esta lección está en que mi manera de concebir el saber estaba equivocada.
En realidad el saber no tiene en sí la linearidad de un libro. Hemos sido nosotros que nos hemos acostumbrado a leer y a aprender a través del libro como código, y la costumbre a este soporte ha provocado que necesariamente identificaramos el saber mismo con la misma estructura linear y secuencial de su soporte.
La realidad digital nos abre ahora nuevas perspectivas, nuevos horizontes, nuevos caminos, más vastos y más complejos, y conseguentemente nos llevará también a deshacernos de la rigidez de la estructura mental que ha encerrado nuestro saber durante muchos años.
La revolución digital es por lo tanto in primis una una revolución mental.
El saber es tan ilimitado que necesita una nueva forma de abarcarlo.
Sólo un libro de arena puede llegar a contenerlo en sí, pero mientras tanto empecemos a disftrutar de la complejidad y de la vastidad de esta revolución, ya que tenemos la suerte de poderla vivir y manejar.

mercoledì 13 aprile 2011

Romántico o moderno?




Qué opino sobre la transición del libro como código al libro como soporte digital?

La respuesta es sencilla: he nacido bajo el signo de virgo, así que definitivamente soy una nostálgica romántica.

Entento seguir con interés la evolución que va teniendo el libro en su nuevo soporte digital y me fascinan chismes como iPad o Ebook, pero inevitablemente caigo en la nostalgia y en la melanconía.

Amo el libro tal y como siempre lo he vivido. Amo todo de él, y no hablo de su contenido, que no está en discusión, hablo de su estética como objeto, el papel, las páginas, las letras impresas, amo hasta el olor que emana al pasar rapidamente sus páginas.

Amo las manchas de café que viven en algunas hojas, recuerdos de noches en vela, amo esa citación subrayada con un rotulador rosa y esas notas que puse con mi lápiz en un rincón de la página.

El libro se convierte para mi en algo muy íntimo y personal, algo que se ha impregnado de mi esencia, y por esta razón siempre he sentido recelo a la hora de prestar mis propios libros, cosa que por ejemplo nunca me ha pasado con los dvd o los cds.

Pero mi romanticismo no deja de ser infundado, la era digital nunca ha tenido la pretensión de acabar con ellos. Al revés. Lo que pretende es transladar su dimensión, aumentando su difusión, su alcance, su capacidad.

No creo que estemos frente a un cruce. Creo que sí hay un nuevo camino por explorar, por investigar y por mejorar (porque no hay duda que la lectura en pantalla necesitas mejoras o un cambio radical en su tentativa de reproducir la página clásica).

Nuevas fronteras se presentan, el hipertexto y su nueva estructuración del espacio de lectura, el nuevo papel interactivo del lector, todas dimensiones nuevas que no tienen que asustar ni atemorizar a los más nostálgicos como yo.

Las nuevas perspectivas que se abren delante de nosotros al final sólo pretenden ampliar nuestras posibilidades para que podamos seguir (disfrutando o menos de las nuevas tecnologías) con lo que nos proporciona el verdadero placer y la más auténtica necesidad: la lectura.



martedì 12 aprile 2011

Obsolencia: innovación o regresión?




He leido con mucho interés y con mucha dedicación la clase de hoy.

He estado pensando en escribir algo pseudo-filosófico sobre el paso de la sociedad de la información a la sociedad del conocimiento y de la innovación, pero algo me ha detenido en mi propósito.

Un recuerdo repentino y vuelvo a ver una fotografía que hace meses se grabó en mi conciencia.

Un desierto de basura en un pueblo perdido de África, niños desnudos corriendo y jugando encima de una montaña de móviles y de ordenadores. La pobreza más absoluta se encuentra con la basura de la sociedad de la innovación. Qué triste escenario.

De repente no encuentro más las palabras para hablar de innovación, de tecnología, ni de sociedad de conocimiento.

En la sociedad de la innovación

los objetos se hacen obsoletos antes de romperse.

Y como la obsolescencia es disfunción,

y los objetos entran en contacto con los usuarios,

los objetos obsoletos contaminan a quienes los usan.

Por tanto,

hay que desprenderse de ellos.

Las palabras de la clase asumen ahora una connotación muy diferente respeto a como las había interpretato al principio. Esa imágen en mi memoria, el espacio virtual de mi cabeza, me ha gastado una buena broma.

La obsolescencia es disfunción, hay que desprenderse de los objetos obsoletos, pero a qué precio? Cuál es el verdadero coste de la obsolescencia de nuestra sociedad?

La Otan ha calculado que cada año se producen más de 50 millones de toneladas de “basura tecnológica”, más del 5% de toda la basura sólida producida por el entero planeta. La sociedad de la innovación parece olvidarse del medio ambiental en su afán por el conocimiento, pero hay más.

De hecho resulta que los así llamados países en vía de desarrollo se están convirtiendo en auténticos vertederos de nuestra basura electrónica/tecnoloógica.

Los “países innovadores” exportan los objetos obsoletos a países pobres, muchas veces con una máscara de buenismo y con un falso pretexto de ayudar a su desarrollo tecnológico.

Pero la realidad es otra: África por ejemplo se ha convertido en el más grande vertedero de ordenadores del Planeta. La razón es muy sencilla: eliminar estos residuos en Europa valdría más del doble que descargarlos allí.

La evolución tecnológica de la cual tanto presumimos, y nuestro consumismo esasperado, se alimentan en realidad de la salud de los niños pobres.

El almacenamiento y la eliminación de nuestra basura involucra principalmente a los niños de los países pobres, que quemando las componentes internas para recuperar cobre y aluminio, se intoxican con las exhalaciones carcinógenas de las hogueras. Y para qué? Para revender lo que consiguen sacar a dos dolares cada cinco kilos de material.

Dentro de un tubo de rayos catódicos, por ejempli, se puede encontrar más de dos kilos y medio de plomo, que contiene tóxinas dañinas para los riñones, pero también bario, que daña el estómago y causa problemas respiratórios; el mercurio presente en los circuitos estampados crea daños cerebrales, y la lista podría seguir sin dificultad.

Si es verdad que

Si no se derrama el conocimiento en la sociedad

no produce ninguna transformación

entonces es preciso que se derrame también un sentido de responsabilidad y de respeto hacia nuestro planeta y sobre todo hacia los demás.

Nuestro conocimiento, nuestra tecnología, nuestro desarrollo no pueden avanzar sin tomar en consideración las consecuencias de esa frenética evolución.

No puedo imaginar una sociedad del conocimiento fundada en la insensibilidad y en la desigualidad.

No quiero imaginar una sociedad del conocimiento basada en el consumismo de pocos y en la poobreza de muchos.

Me niego a imaginar una sociedad del conocimiento y de la sabiduría nacida a expensas de los más débiles.

Incluso los antropólogos extraterrestren lo pensarían.

Parece que sólo nosotros no nos damos cuenta.



lunedì 11 aprile 2011

Apocalypse Now

Apago el ordenador y salgo de la oficina.

Llego a mi casa, vuelvo a encender mi ordenador, quiero comprobar si, durante el trayecto, los de la empresa a la que escribí esta mañana, me han contestado.

Mientras tanto hago un brain storming que me pueda ayudar en escribir algo sobre la cultura digital, mundo virtual, nuevas tecnologías. Pero me equivoqué. No sirve hacer una nube de palabras mentales. Es la misma red la que me inspira de repente.

Al entrar en la página principal donde está registrado mi correo electrónico, me doy cuenta de que el Apocalipsis tiene fecha, la misma fecha de la caida del muro de Berlín. De hecho resulta que a las 00.28 del 9 de noviembre un asteriode de más de 400 metros pasará por el espacio entre la Tierra y la Luna. El pánico. Quiero profundizar este estraordinaria y sensacional noticia que hace 20 minutos no estaba, pero por error pincho en el link de la noticia que confina con el asteroide y acabo viendo unas imágenes bastante desagradables sobre los piés más feos de las estrellas de Hollywood.

Esa es la red.

Una saturación contínua de informaciones, de noticias, de acontecimientos.

Un vertigo incontrolable de recepciones y de estímolos.

La noticias de la Apocalipsis hace solamente unos años, sin ordenadores ni móviles ultra tecnológicos, nos habría hundido en un vortigo de miedos y de terror, pero al mismo tiempo nos habría empujado a profundizar sobre el tema.

Habríamos ententado averiguar la vericidad de la información, la fuente, la repercusión. Pero ya no. La red nos ha convertido en receptores acostumbrados a pasar de el Apocalipsis a los piés feos sin el mínimo esfuerzo ni la más remota sorpresa.

La revolución tecnológica que estamos viviendo es peligrosa por su superficialidad.

Es inútil subrayar cosas que ya hemos asimilado y en las que estamos todos de acuerdo, la tecnología nos ha semplificado la vida, nos ha acercado al resto del mundo, ha permitido el acceso a servicios, bienes, culturas las que de otra forma no habríamos accedido jamás, ha eliminado el tiempo y la distancia, etc, pero por otro lado no hay que infravalorar otro aspecto muy importante.

La saturación y la superficialidad de sus contenidos no son carácteristicas tan inofensivas ni inocuas.

La realidad virtual de hecho está tomando una fuerza tal que supera la realidad verdadera.

Jovenes se crean identidades virtuales e interactuan en esa realidad ficticia con mucha más desenvoltura y dedicación que en la realidad.

Adolescentes prefieren las relacionarse con los coetáneos en la chat, en Facebook o en Tuenti antes que en un enfrentamiento cara a cara.

Enteros países luchan en el nombre de algo que desgraciadamente no conocen, y que sólo han podido vivir en una realidad que no era la suya, sino la virtual.

Dictaturas se desintegran gracias a la fuerza de la tecnología (porque es cierto que estas revoluciones en los países árabes no hubieran exisitido sin Internet y sin su fuerza mediática). Cual será la consecuencia de todo eso?

No estoy cuestionando el resultado, cuestiono el proceso que ha llevado al resultado, y cuestiono su repercusión y sus consecuencias.

Las acciones condicionadas por el espacio virtual son acciones impactantes, sin duda, pero faltan de apoyo, faltan de estabilidad, les falta una base, una sólida estructura, suelen ser fugaces e superficiales, justamente porque nacen de la fugacidad y la superficialidad de la red. Les falta una maturación, un proceso interno, como si fueran el resultado de un difícil problema matemáticos sin que fueran evidentes los procesos internos que llevan a dicho resultado.

No hay ningún plan de impacto, no hay ninguna consecuencia previsible. Son esas mismas pequeñas Apocalipsis cotidianas. No sabremos sus repercusiones hasta que no se hayan estrellado.